30/1/11

árbol de la vida

Hace un tiempo aprendí a flotar.
Observo las copas de los árboles, admiro las hojas más altas, embebidas por los más exquisitos rayos de luz. Escucho a los pájaros cantar, mientras los veo unirse con el viento.
Pero aún así, sé que allá abajo, casi tocando las raíces de ésos árboles, se esconden insectos que actúan enérgicamente en el ecosistema. Sé que las hojas que a mi altura están, oscurecen la tierra, los pies del majestuoso roble. Sé que en un día de lluvia me voy a mojar, sé que el roble y el suelo también. Pero cuando al fin cesara, yo me secaría, y toda vida debajo de mis pies, seguiría empapada de inconformismo.
Debería aprender a aterrizar,
sólo por si acaso.

miel

Su mente pide calma.
Pide justicia para el corazón,
para así poder de una vez callar esos sentimientos.

9/1/11

Tápame.

Un silencio más allá de lo normal. Hoy las copas no se rompen, hoy los muebles no lloran. La oscuridad me acompaña, y ya no soy yo.
Me encuentro caminando ahora en un bosque, sola. No sé a dónde voy, pero estoy segura de que voy a llegar a mi lugar. Mi alma es saturada de angustia, mi cabeza de preguntas.
No sabía cómo, pero había llegado. Tenía una sonrisa temprana en mi cara, un mar en mi espalda, dos manteles y una canción. Despegaba mi mano, despego.
En el cielo, me encuentro con un ser brillante, con alas mitológicas. Me mira, sonríe y me susurra algo al oído. Sólo un sonido. Un extraño sentimiento saludaba mi interior.
Rápidamente caía, mi mente en blanco, mi corazón palpitando lentamente, rompía espejos. Su voz se hacía cada vez más lejana, sus lágrimas arena, su respiración cesaba.
Abro los ojos. Me encuentro en un bosque, rodeada de muebles que lloran por copas rotas. Con dos manteles y una canción, el viento levanta un poco de polvo. Pero mi mente seguía en blanco, mi mirada perdida, mi cabeza llena de preguntas, mi alma saturada de angustia.
Aprendía a sentir más de lo que tenía.
Conocía la caída de un ángel.