22/7/11

Un abrazo y un rechazo.

Ese abrazo demostraba una y mil sensaciones. Demostraba un final, un comienzo. Como un abrojo se aferraron, cerraron los ojos y recordaron ese fatídico momento. Pero como una piedra logra romper en un instante un cristal, ese pensamiento se perdía y ya no lo sentía. Ya no entendía el abrazo y quería estar sola. Quería estar sola porque en su cabeza las aguas no calmaban y cobraban fuerza y furia.
¿En realidad quería estar sola? No. Se sentía sola, quería compañía. Quería un abrazo sincero, quería un hombro, una mente que escuchara y analizara su mente. La fuerza de las palabras aumentaba y cada frase hacía que su cabeza doliera.
De a poco estarían creando una herida en su pecho.
¿Por qué tenía entonces tan presente ese abrazo? No cabía duda que ese momento había sido tan real como era su dolor ahora, pero ya no lo sentía. Su cuerpo rechazaba la idea de acercarse y abrazar de esa manera otra vez. Rechazaba la idea de acercarse. Es por éso que a pesar de su soledad, quería estar más sola. Es por éso que ya no comprendía la sinceridad de ese abrazo.
No era sólo éso. Además de ese cruel rechazo que sentía, su mente le hacía creer que era la bacteria que de a poco pudría a esa multitud. Entonces, el sentimiento de querer estar más sola todavía, de escapar, era también para calmar esa tensión, para arreglar esa linda relación que veía y no quería que acabe.
Sentía rechazo.
Nayla se sentía una vez más, rechazada.

1 comentario:

. dijo...

Nayla, como mi sobrina :p