A palabras necias, oídos sordos.

Mirá, te lo dejo claro. Ya no me importa si estás mal. Ya no me importa qué pensás de mí. Ya no me importa qué tenés ganas de hacer. Ya no me importa si querés hablarme. Ya no me importa por qué dijiste lo que dijiste. Sabés que? Ya no me importa nada, absolutamente nada. Vos seguí tu vida, yo sigo la mía. Que te vaya bien, sé feliz, vuela vuela. Lo único: acordate que yo ya no estoy. Me importa poco y nada que leas esto. Porque, al fin y al cabo, es al pedo intentar hacerte refleccionar. Y sabelo, si te hacés la que tenés las bolas para decirme todas esas pelotudeces, encarame y decímelo a la cara, a ver si ahí tenés huevos. Me colmaste. Nunca pensé en conocer a una persona como vos. Pero gracias por hacerme ver las cosas de otra manera! Gracias por hacerme ver que el mundo no es rosa. Gracias por hacerme llorar noche tras noche. Gracias por cagarme las vacaciones. Gracias por hacerme sentir culpable cuando no lo era. Gracias por cerrarme los ojos y manejarme completamente por un año. Gracias por hacerme conocer lo que es que tu mejor amigo te cague. Gracias por todas las cagadas que te mandaste y que me involucraste. Gracias por nunca pedir perdón. Gracias por tu hipocrecía Mónica! (o Candela, como más te guste)