Al terminar su té dejaba la taza blanca con flores de jazmín pintadas en ella sobre la mesita, sobre el mantel que tantos recuerdos le traía.
Nayla soñaba con ver una vez más al niño corriendo en el parque, a los pájaros volar sobre su cabeza. Su cabeza. Tenía una mesa con tazas de té, de canela y miel. Tenía un sillón y un gran árbol antiguo. Una luz tenue absorbía su impaciencia. Un escalofrío recorría su espalda.
Nunca había prendido el fuego. Nunca había comprado saquitos de té de canela y miel. Nunca había tenido un sillón de su abuela, ni un árbol antiguo. Sólo tenía ese mantel que simulaba ser su mente, simulaba ser sus pensamientos.
Simulaba existir, Nayla simulaba existir.
2 comentarios:
me gusto mucho la ultima oracionn. te sigo, te invito a pasar; buen texto. te invito a http://christianyamao.blogspot.com/
aparece porque sino empiezo a cantar Chayane (?
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