21/7/09
la mitad, otro sueño
Nos íbamos de viaje, estábamos de viaje. En Estados Unidos. Había muchas mesas, una gran sala. Sentados, los conocidos de la escuela, y no. Terminamos de comer, nos levantamos. Caminando hacia los cuartos. ¿Y el mío cuál es? Quién sabe... Entré a un lugar, pero no es un cuarto. Era un baño. Yo quería hacer algo, no me acuerdo qué. Pero no tenía mis cosas. Me faltaba la valija, ¿Dónde estaba? Ah, ahí. Guardamos todo, y nos vamos. Estábamos en un micro que nos llevaba algún lugar. Yo conecté mi iPod a los parlantes del transporte, y empezó a sonar Metallica. Pero nadie se quejaba. Bajaron un par de personas antes que nosotras. En ese momento me di cuenta, había dejado mi valija y mi iPod en el micro. De afuera parecía un 22, pero el número era 64. Al girar para ver dónde estaba el ahora colectivo, estaba sola. No lo encontraba por ningún lado. Iba demasiado rápido, lo vi a lo lejos, a unas cuantas cuadras. Empecé a correr, corría y cada vez que me acercaba al colectivo, éste aparecía en otro lugar, completamente distinto. Si yo estaba en una cuadra, el colectivo estaba en la otra punta. Nunca llegaba. Resignada, caminé. Cuando me di cuenta de que podía seguirlo con un remis. Pero no. No era Argentina, era EEUU. Tenía que buscar un Taxi. Mucho más fácil de encontrar. No pasó mucho tiempo cuando vi un Taxi. Le hice señas al hombre de adentro, y con cara mala, me devolvió las señas, pero para que me alejase. No entendía muy bien por qué. Caminé un par de metros más, y vi otro Taxi. Dentro de él, había tres personas. Le hablé al taxista, quien hablaba español. Le conté qué me pasaba, y le dije que tenía que seguir al "64". Me miró como si no entendiera. Le dije: "Es un colectivo verde." Y me dijo que era el "32". La mitad. Me subí, y rápidamente creamos la ilusión de ser una persecución de película. Quién sabe por qué, ese micro que se había transformado en colectivo, ahora era un algo que había entrado en un aeropuerto y que tenía mi valija y mi iPod. Junto con el taxista, salimos del Taxi y nos adentramos a los pasadizos del aeropuerto. Corríamos en busca de ese algo. Entrábamos a lugares no autorizados para personas. En ese momento, la seguridad nos perseguía. Ya era otra cosa. Pasó de ser una sutil búsqueda de mis pertenencias, a una gran persecución al estilo Yankee, donde la Policía y la seguridad del aeropuerto estaban incluidas. Fue una aventura bastante larga, el taxista sin nombre me ayudaba a buscarlo. Cansada, con el corazón que me latía fuerte y casi sin energías, subimos unas escaleras mecánicas, corriendo. Las cuales tenían en el final, una pequeña puerta abierta con cortinas. Tenía ese presentimiento de que ahí iba a encontrar mis cosas. Al llegar, no vi nada. No pasó nada. Sólo sabía que por fin, tenía mi valija y mi iPod en mano. El taxista ya no estaba. Nadie estaba. Sólo mis pensamientos y yo.
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1 comentario:
¿Tiene segunda parte?
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