21/4/16

El consejo de un sabio anciano a quien no recuerdo y nunca conocí

¿Qué pasó, Nayla? ¿Desde cuándo empezamos a atarnos a las presuntas raíces? ¿Desde cuándo dejamos de sentir el viento en nuestras caras? ¿Desde cuándo las hojas deben ser un eco constante, una imagen ya vista? ¿Es que ya no soy dueña de mi propio templo, de mi mente? ¿Es que acaso yo ya no controlo mis acciones intangibles, o aún peor, tú ya no las controlas? No quiero. No quiero hacer de mi vida un juego de ajedrez. Ni tú ni yo, Nayla, queremos tener que ser partícipes de una estrategia falsa. Nayla, quiero que sigas sonriendo con tu inocencia que tan lejos nos llevó.
Y a tí, mujer, ¿qué te pasó?

17/9/15

Cuando caen las hojas

Sueño soy otoño, preciso de verano para hablar, de primavera para cantar. Invierno callo, pero su brisa me acaricia y me suelta las palabras. Manos frías, alma templada, y las hojas secas recobrarán el verde que la primera estación se llevó.

Valkiria

Encandilada por el reflejo del sol sobre el aparato separador de lo actual y lo antiguo, Nayla despierta. Nayla se eleva. Pero esa elevación no es más que mental; su cuerpo material se mantiene estático. Quizás esa luz que cegó sus ojos la ayudó a despertar de la realidad, pero no de su realidad; durmiéndola en sus pensamientos. Porque cuando la vida comenzaba a iluminarle la cara, Nayla cerraba sus ojos y se elevaba a su propia galaxia. El universo presta muchas galaxias; una de ellas, sucia, manchada de humo, común a todo lo corpóreo; las demás, en niveles superiores, puras y extraordinarias, las de Nayla y las demás semillas.

Nayla es melodía.

¿Había entonces Nayla desaparecido?
Acompañada de sonidos joviales y de un entorno bañado en varios tonos verdes y marrones, las hojas comenzaron a posarse en su cuerpo. Primero sus pies. Caminante sin voz no puede andar. En segundo lugar, sus piernas. Cielo no es cielo si no posee tierra para ser soportado. Luego su torso. Vacías de aire no podrían volar. Posteriormente, sus brazos. Burbuja corpórea, déjate llevar. Seguidamente, sus manos. Los árboles recrean su existencia mediante sus ramas. Por último, su cabeza. Se hace tierra, se hace naturaleza, se hace voz, y canta en tu mente. 
Las hojas, así, cubrieron cada centímetro del cuerpo de la joven. Cada paso que daba, dejaba un rastro de susurros que luego mutarían en el viento. Nayla mutaba. Era ahora el inicio del recorrido de pensamientos. Ella era cada palabra posada sobre su piel. Porque cada Nayla es un vuelo de palabras. Recreaba las voces que no temieron alguna vez cantar. Ella es silencio. Es silencio y es voz. Es canto. Es llanto. Es risa. Nayla es melodía. Y ahora anda porque lleva en sí miles de voces. Es cielo porque es soportada por su tierra. Vuela porque se llena de aire. Recrea su existencia porque tiene ramas. Canta en tu mente porque es tierra, porque es naturaleza, y se hace voz.
La joven ya no existía. Simulaba existir. Era el puente del infinito pasado hacia el efímero presente, pudiendo así acumular cada hoja de la fugacidad del momento, cantando el silencio, cantando la voz. No sólo Nayla mutaba su cuerpo y alma; mutaba también su entorno, para así mantener vivo a cualquier caminante que con voz, anduviera por la dulce vía que dejaba al volar.

13/12/12

Pero, ¿cuándo muere una persona?

Él era un cuerpo sin vida. Ya no sentía, ya no hablaba, no respiraba. 
Ella, una tímida principiante, lo creía muerto. 
Pero, ¿cuándo muere una persona?
Con cada paso que daba, la cabeza de Nayla se impregnaba de temor. Temor a sentir su presencia, temor a que ese cadáver posara su mano sobre su pecho.
Quizás... Quizás tenía razón. Quizás Nayla necesitaba un momento de gloria. Quizás buscaba la felicidad.
Pero, ¿cuándo muere una persona?
Sus manos gélidas encontraban las palabras perfectas para tomar su cerebro y destrozarlo. Sola, sentía sus murmullos. Recordaba cada letra, cada frase. Recordaba su intención. Era una lúgubre sombra que bailaba a su alrededor, una figura que congelaba por un segundo el tiempo, y por consiguiente, su cuerpo.
Pero, ¿cuándo muere una persona?
Nayla no era capaz de ver cuál era el sentimiento que le recorría la mente. Tampoco pretendía escribirlos. Ella sólo quería encontrar la paz. Él no había muerto. Nayla no lo había asesinado, ni él se había suicidado. Ambos sabían de su existencia. Ella lo quería muerto.
Pero, ¿cuándo muere una persona?
¿Cuándo? Una persona se mantiene con vida, dentro de la cabeza de uno. Nadie está vivo hasta que una mente formó su existencia. Ya sea la propia o una ajena. ¿Cuándo? Una persona muere cuando la mente ya no crea su existencia. Y Nayla, efectivamente, quería que su mente dejara de crearlo. Quería matarlo. Quería que su existencia desapareciera. Que no sintiera, que no hablara, que no respirara. Una persona que no cumple con ninguno de los aspectos necesariamente humanos, deja de existir en la cabeza de la gente. Esa persona entonces, Nayla, estará muerta. 
A pesar de la sensación invernal, los tontos pasos sacaban una sonrisa a Nayla. Lo miraba tropezarse, golpearse contra una pared. Hablarse a él mismo. Reflejarse en cada una de sus palabras. 
No se trataba de ganar; nunca se trató de éso. Ella siempre seguiría en pie, porque sabía cómo pararse. 
Nayla veía a lo lejos unos pequeños rayos. 
Nayla, en un futuro derretirán todo el hielo que recubre tu ser, espantando sus manos gélidas de tu cuerpo.
En un futuro, podrás decir que está muerto.